Cuando tenía 16 o 17 años escribí algunos virus informáticos. Ninguno destruía datos, pero se replicaban y hacían cosas chulas: uno era polimórfico y otro tenía un sencillo cifrado que engañaba a los antivirus heurísticos. Era un reto intelectual, voy a intentar explicar por qué

Librería Estvdio El libro lo devoré. Estaba enganchado a eso como un yonki. Llegaba de clase, tiraba la mochila y me enchufaba a eso con verdadera pasión. No sé qué pensaría mi santa madre al entrar a mi habitación de adolescente y verme escribiendo estas cochinadas. Pero cómo lo disfruté.

Librería Estvdio Ahora pienso en el valor de la transgresión: programar en la uni para aprobar era un rollo terrible, pero en cambio hacer eso mismo en casa por transgredir era un vicio apasionante. No son las cosas, sino como las abordamos. Y qué importante es apasionarse vivamente por algo.

Mi #followFriday hoy es para Jaime Gómez-Obregón, por hacer llegar donde deberían llegar nuestros medios de comunicación y hacerlo sin tener el mínimo apoyo de los mismos.

¡Gracias de corazón por tu apoyo y cariño, David Bonilla! Yo soy un orgulloso suscriptor de tu La Bonilista, que recibo con gusto todos los domingos desde hace años. 😊

Acabo de reencontrarme con este hilo que escribí hace cinco años, y donde intento explicar los porqués de un involuntario acierto de mi infancia: desarrollar una viva curiosidad por algo y convertirla después en mi profesión. 👇

Son librillos de introducción. Aunque todo ha cambiado, todo lo que tratan sigue vigente: awk, vi, C, bash, distros, ficheros, I/O… Antes solo había libros y revistas. Los chavales de ahora tienen comunidades, redes sociales, canales, pódcasts… y la web entera. ¡Mucho mejor!

Este hilo es una oda al noble arte de la programación, nostalgia y respeto por los pioneros de los videojuegos en España (unos cracks)

Escribir bien no es muy diferente de programar bien. De un programador se espera que piense antes de escribir. Que lo haga con la máxima precisión y la mínima ambigüedad. Que sea consistente y respete una guía de estilo. Que, con los años, aprecie y descubra la belleza que hay