La trivialidad moderna proviene de un error de prosodia que coloca el acento de la existencia sobre la vida, su sílaba débil, y no sobre la dura sílaba de la muerte.

La trivialidad moderna proviene de un error de prosodia que coloca el acento de la existencia sobre la vida, su sílaba débil, y no sobre la dura sílaba de la muerte.

La idea que no vence en veinte líneas no gana en dos mil páginas.

La suerte de toda causa se juega en dos tableros distintos: el de la razón, el del éxito.
No debemos confundirlos.

No quiero serenidad estoicamente conquistada, sino serenidad cristianamente recibida.

Lo que consuela de la insolencia del hoy con el pasado es la previsible insolencia del mañana con el hoy.

Podemos ser personalmente mediocres, pero de buena familia espiritual.
O importantes y de medio pelo.

Toda verdad nace entre un buey y un asno.

Toda verdad nace entre un buey y un asno.

La vida activa no desemboca en las aguas de un mar, sino en las arenas de un desierto.

Las letras necesitan, con frecuencia, sangrías de adjetivos.

Sólo el tonto ve en blanco y negro los conflictos entre individuos.
Sólo el hombre inteligente ve en blanco y negro los conflictos entre ideas.

La literatura se deshonra cuando se propone influir en vez de entretener.

La libertad es el producto del ajuste imperfecto entre las piezas de la máquina social.

El fervor del alma noble puede equivocarse de objeto sin equivocarse de rumbo.

Sólo el historiador que sonríe de sus explicaciones nos parece serio.

El terrorismo no surge donde existen opresores y oprimidos, sino donde los que se dicen oprimidos no confrontan opresores.

Sólo debemos escribir para el adolescente que aún vive en el adulto.

El arbusto no es árbol trunco.

¿Inocente el amor?
Acaso como un felino hambriento.